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ANALFABETA

ANALFABETA

CURADURÍA

Analía Solomonoff

INAUGURACION:

12/10/24

CIERRE:

28/12/24

TEXTO DE SALA

“Analfabeta” es un camino vertiginoso y provocador, el código ya no funciona y es imposible no advertir que María está buscando el colapso y al mismo tiempo una transformación. No es necesario acelerar el tiempo, anticiparse, empujar y compulsar. Simplemente procura desaprender mas no olvidar, ir hacia un nuevo límite pero sujetarse firme a lo que siempre la contiene: la tela, hilos, los objetos con memoria.


Y las paredes son plataformas de lanzamiento que se desvanecen y una fuerza centrípeta convoca sus bordados.

¿No les parece que la artista se pregunta vehementemente dónde estoy, quién soy, cómo llegué hasta aquí? Y al mismo tiempo tiene la virtud y el valor para declarar: estoy aquí, soy ésta y no he llegado a ningún lugar. Las fuerzas que se manifiestan en “Analfabeta” son los procesos creativos cautivos que salen al encuentro y nos convocan y provocan. Tal vez, si miramos fijamente, parecería que se han reunido fragmentos de mundos, cuerpos y tiempos, un rastro, una señal, una cartografía escultórica y sensible que nos marca un indicio, una palabra imaginada, la lectura inventada, un cuento narrado mil veces. Y ahora lo volvemos a descubrir.


La variación ingeniosa que provoca María, el atrevimiento que la sostiene y la compulsa a moverse, experimentar y sucumbir, no es más que el deseo curioso de evocar un momento donde leer y escribir serían el lugar de las certezas con las que ya no quiere encontrarse, por eso hablo de virtud, de valor, de provocación y de fuerza. Y digo vertiginoso porque la fuerza centrípeta reivindica la idea y el acto de desconocer, sospechar, deconstruir. Declararse analfabeta es recordar a un abuelo, a su madre, volver para atrás a un dialecto que nunca aprendió, sostener un deseo y hacer surgir algo que la alimenta, empujarse al confín de todas las cosas, entrar a otro cuerpo.

La narrativa se desvanece. Tenemos que declararnos analfabetas y dejarnos sorprender por las nuevas historias. María Blanco nos permite ser testigos, nos convoca para acompañarla en la acumulación de un vestigio que aparece, el rito de sus nuevas palabras. La materialidad como única posibilidad, y después renacer.


“Analfabeta” no es una despiadada declaración, es una entrega donde ella no zozobra, pero tampoco sentencia. Vamos, entreguen sus sentidos, dejense llevar, acompáñenme a consumar este acto sensible, preciso, político. Podemos desdibujar una palabra, construir una ficción que nos lleve a cualquier lugar, uno irreconocible. O resistirnos con toda lucidez, aceptar inmutables que la analfabeta es al mismo tiempo una forastera, no la conocemos, que habla un extraño lenguaje, no escribe, acumula, confunde. María desdibuja su identidad primaria para reivindicar que frente a frente, mirándola fijamente, nos está entregando otro camino.


Analía Solomonoff

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