TEXTO DE SALA
La obra de Clelia Barroso en su mayor parte discurrió a través de una secuencia de series temáticas mediadas por diversas estrategias formales y técnicas. Así, en su extenso hacer en la plástica, desplegó nutridos conjuntos de trabajos bajo comunes denominadores muchas veces inspirados en la historia del arte y en la literatura, en la ciencia y en las cuestiones contemporáneas que la envolvían. Supo emplear telas para realizar muñecas y piezas con calados; tuvo un dominio magistral del grafito y de los grises sin perder espontaneidad en el trazo –las series del homenaje a una copla, del follaje y de los almuerzos campestres lo demuestran–; incursionó en el grabado, la tinta y el collage para detenerse largamente en la pintura, que ya había frecuentado en los años cincuenta en el marco del Grupo Síntesis liderado por Ricardo Sívori. Desde esas primeras figuras y paisajes a los objetos textiles de los sesenta, desde los dibujos, tintas y acuarelas de los setenta al álbum de pinturas que llamó “La hermosa gente” en el inicio de los ochenta y, de ahí en más, a partir del profuso catálogo de series pictóricas que desarrolló hasta más allá de 2011, Clelia transmitió sostenidamente y con profundidad, preocupaciones estéticas y vivencias existenciales y sociales.
Esta exposición, sin embargo, no hace pié en alguna serie particular sino en obras desprendidas de los grupos de origen, correspondientes a distintos momentos y por ende, diferentes en cuanto a ideas y resoluciones. El cuarto de mariposas, una pintura de 2007, orientó un recorrido hacia atrás y hacia adelante en el tiempo; la representación de una colección de mariposas ordenada por colores sobre las paredes de una extraña habitación, lejos de constituir una aparición circunstancial revela una recurrencia, la de las mariposas, que solitarias o en conjunto sobrevuelan frecuentemente papeles y telas de Clelia atravesando diversas series. Se las ve sobre un imponente desierto rojo o sobre calmas aguas azules; rodeando y coronando cabezas de mujeres o permitiendo que, entre sus alas extendidas, asomen extraños rostros; también se instalan, simplemente y como al pasar, en algún rincón de las subdivisiones que organizan un cuadro e incluso se ubican ordenadamente en la quietud de cajas entomológicas. Van Gogh, a quien Clelia homenajeo en una pintura de 1990, describió en una carta una rara mariposa nocturna portadora de un colorido asombroso ─negro, gris, blanco matizado de reflejos acarminados o que giran vagamente sobre el verde oliva─ a la que había podido dibujar pero no pintar para evitar su muerte. Clelia sin estar pendiente del modelo, las imaginó en sus formas y colores y las hizo aparecer desplegadas en vuelo o inertes para la observación.
Contrastó en ciertas obras, ejemplares diseccionados o completos pero precisos con mariposas libres sobre fondos atmosféricos y líricos que evocan pinturas como las del simbolista Odilón Redon, una entre muchas alusiones a la historia del arte que el conjunto de la obra de Clelia manifiesta. Las mariposas debieron quizás significarle, además de un atractivo motivo pictórico, una reflexión sobre lo que deviene y se transforma dado que su belleza es resultado de una metamorfosis, así como sobre el carácter fugaz de la existencia. Un sentido que Didi Huberman expandió a propósito de la inestabilidad de la aparición de la imagen como realidad, donde las mariposas encarnan ese fenómeno de aparecer y desaparecer al instante, de la alegría súbita de verlas y de la aflicción inmediata ante su alejamiento. Clelia, además, las incluyó en pinturas de estructura compartimentada, con pequeñas aberturas como dameros o mosaicos, diferenciados e integrados, donde alojó un repertorio extenso de formas y colores, de personas y seres de la naturaleza, celebrando así la vida y lo diverso; un empeño al que fervientemente debemos seguir apostando.
Por supuesto que hay otras recurrencias, otros temas e incentivos perceptibles a lo largo de su trabajo: Clelia Barroso fue una mujer atenta a las vicisitudes de la historia, que supo dibujar y pintar angustias y secretos, celebraciones y memorias, advertencias y esperanzas; también símbolos de sentidos plurales como las mariposas.
Adriana Armando