TEXTO DE SALA
Si existiese un libro dedicado a los pájaros que Aid Herrera dibujó, grabó y pintó con insistencia durante muchos años, estaría muy lejos de informar sobre taxonomías y órdenes, sobre características anatómicas, formas de moverse o hábitats naturales. Sin embargo, las imágenes de ese libro nos dejarían percibir, por encima de cualquier descripción física, algunas relaciones que entablan entre sí y con otros seres de la naturaleza; pero también, el conjunto de cualidades, actitudes y conductas próximas a lo humano que manifiestan y a través de las cuales Aid transparenta una visión del mundo, un deseo de armonía y de solidaridades expandidas. Y sin desconocer la existencia de contrariedades, porque hay un sustrato en su obra –específicamente la muy temprana– impregnada de aspereza e incertidumbre que a veces continúa filtrándose, aunque ya amansada por el candor y las formas sencillas que identifican sus trabajos. Así, en esta serie de xilografías nos encontramos con un repertorio que registró de diferentes maneras a través de los títulos: aparecen los pájaros buenos, los salvajes y también los enemigos; otros asoman contentos, jugando y volando; detalla los que disfrutan en pareja y en familia, viajando, buscando comida y alimentando hijos; a los que se posan junto a los árboles, acompañados por flores y que incluso se refugian en el interior de los corazones para enriquecerlos; también distinguió a los que habitan cielos, reinos y rincones de pájaros, sin olvidar las jaulas, así como los que asisten a hechos singulares, por ejemplo, el nacimiento de una estrella y la reunión en torno a una fuente de paz. Indicó además aquellos que demuestran amor, dialogan y se entienden entre sí y finalmente, en Todos somos unidos creó un equilibrado ensamble de pájaros, personas, árboles y flores, de un modo fluido y sin escollos, como si postulara un ideal de vida; un sueño, sin duda; aunque hoy, ante el asedio del capitalismo sobre ecosistemas y sociedades, incita a devenirlo en realidad.
Si bien la presencia de aves es recurrente en la producción de Aid porque están en óleos, témperas y dibujos de los años sesenta y comienzos de los setenta, será a lo largo de esta década cuando se vuelvan protagónicos de sus grabados en madera, y persistirán, aunque junto a otras figuras, en los aguafuertes que tanto gustaba hacer y que continuó pintando en los años ochenta. Había aprendido grabado con Juan Grela, un decidido impulsor y difusor de esa práctica, y en seguida participó de las exposiciones y las distintas actividades propiciadas por el taller de Grela, formalizadas bajo el nombre de Galería El Taller que Aid incluso dirigió; además participó del Centro de Grabado de Rosario iniciado en 1967 y realizó numerosas muestras en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. El dominio y placer por los diversos modos de la producción gráfica no la llevaron a ninguna ortodoxia sino a un hacer libre y espontáneo, privilegiando siempre los sentimientos y la expresividad. Buena parte de las xilografías tienen sus bocetos, dibujos coloreados que suelen presentar anotaciones para las estampas; las hay en blanco y negro y también realizadas con tintas grises, verdes, amarillas o magentas, sobre ellas Aid pintaba con lápices y ceras, interviniéndolas de un modo mesurado o drástico, produciendo así versiones muy diferentes de lo que llamó xilo-color. En algunos casos, configuró un catálogo de posibilidades con variaciones mínimas y más intensas de una misma pieza: así, Fuente de paz es un grabado en blanco y negro que tiene cuatro versiones con tacos de color y dos pintadas con distintos registros cromáticos, además de un dibujo preparatorio. Y de Todos somos unidos grabó dos versiones con diferentes tintas, coloreo toda la superficie en una de ellas, transformándola por completo y pintó una témpera con negros intensos, rojos, verdes y amarillos que es parte de una serie con sugestiones mironianas, como lo es la que preludia Amor de pájaros, una xilo-color de 1975.
De modo que esta exposición no sólo se focaliza en la interpretación de los pájaros que hizo Aid y en la técnica del grabado sobre madera terciada que utilizó, sino también en las posibilidades creativas que una estampa le brindaba, ya sea a partir de blancos y negros plenos, usando colores de base sobre la madera o imprimiendo sobre cartulinas de colores, y también añadiéndolos a la edición. Ya en los óleos que precedieron estos grabados manifestó saberes y sensibilidad con respecto al color, siempre muy elaborado, siguiendo las indicaciones de su maestro; también observando y estudiando las obras de artistas de distintos tiempos y locaciones que constituía uno de los pilares de las enseñanzas de Grela. Si las pinturas insinúan la mirada sobre Marc Chagall y Pierre Bonnard, sobre Eugenio Daneri y José Luis Menghi, entre otros, la obra gráfica de Paul Gauguin ─sus experiencias compositivas, técnicas y expresivas─ constituyó una fuente clave para las xilografías. En cuanto al dibujo, Aid abrió una zona de disidencia y autonomía con respecto a los metódicos pasos de aprendizaje que implementaba Grela: nunca le interesó reproducir el mundo real y si bien algunos ejercicios revelan el adiestramiento en el manejo de la línea, desechó la copia del natural y optó por utilizarla sólo para dar forma a su concepción del universo y para desplegarla de un modo aleatorio y lúdico dejando que fluyan así las escenas y figuras, tal como se ve en sus aguafuertes.
Si existiese un libro dedicado a los pájaros imaginarios no podrían faltar entonces las xilografías de Aid Herrera* congregadas hoy en Subsuelo.
Adriana Armando