ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE

CURADURÍA
Guillermo Fantoni
INAUGURACION:
11/11/22
CIERRE:
31/12/22
TEXTO DE SALA
La vida a través de un prisma
En los últimos años de su vida Emilio Ghilioni produjo una extensa serie de dibujos utilizando lápices de color, grafitos y pasteles; materiales que por su blandura deslizaba fluidamente sobre las hojas de papel. El resultado de esta tarea fue una antología de sus temas y formas más constantes, aquello que revisitaba con placer pero también con la convicción de responder al programa que tácitamente había concebido y plasmado a través del tiempo. En un texto realizado a mediados de 1984, luego de un extenso trayecto como artista, sostuvo con carácter de manifiesto:
Por la arena húmeda recorro lentamente el paisaje llano, querido, de mi ciudad. De la puerta entornada se desprenden olores familiares que me producen apetitos profundos que allí puedo saciar y compartir, donde puedo hablar con propiedad de mi barrio y de mis amigos. Estoy dentro de un prisma acotado, cuyos límites inconmensurables están construidos por experiencias de amores y temores. Es el ámbito que reconozco, que me pertenece, el que he ayudado a realizar. Es el límite real de mi libertad para pintar.
Por tal motivo, conforme a esta imagen que involucra conceptos diferentes en su propia formulación –un espacio “acotado” pero que al mismo tiempo es “inconmensurable”– Ghilioni recala, como lo hizo una y otra vez, en lo más representativo de sus repertorios: los vasos de vidrio con las flores y follajes de su jardín, las frutas y caracoles, las vasijas torneadas y los jarrones, los muñecos, los ángeles y las imágenes religiosas, las presencias familiares y los animales domésticos, las herramientas y los temas que remiten a la pintura, las fotografías de su esposa tantas veces evocadas como un cuadro dentro del cuadro, los autorretratos con los enseres de la casa y el taller y, fundamentalmente, las alusiones a los artistas más queridos.
En varias ocasiones Ghilioni recordó las lecciones de Juan Grela, su entrañable maestro, que no solo lo introdujo en las cuestiones del lenguaje visual sino en el conocimiento de los artistas rosarinos; nombres que en un gesto provocativo y audaz el pintor recuperaba y ponía en relación con la historia del arte de Occidente. Del mismo modo en esta serie, y como en buena parte de su obra, Ghilioni revisita –a veces de un modo literal y otras de una manera velada y elusiva– a sus pintores de referencia dentro de una línea íntima y contenida como Manuel Musto y Augusto Schiavoni, Tito Benvenuto y Juan Berlengieri, Luis Ouvrard y Juan Grela; al mismo tiempo otros autores más lejanos como el escultor renacentista Luca Della Robbia y el vanguardista uruguayo Joaquín Torres García; presencias que no solamente pueden leerse en algunos temas y en las formas de representar sino, incluso, en las disposiciones espaciales de los objetos y motivos de los dibujos: elementos dispersos sobre el plano de la mesa, acumulaciones abigarradas y desconcertantes, seres y cosas flotando en un espacio ingrávido, estratigrafías, inventarios de piezas geométricas y ordenamientos ortogonales. Una iconografía reconocible que paulatinamente pulsa hacia una síntesis gobernada por la construcción y los trazados áureos. Sin embargo, aún dentro de una rigurosa armonía formal, difícilmente esta pintura pueda reducirse a una mera sintaxis; dos obras prácticamente gemelas y asimismo complementarias, que sugestivamente por sus títulos –Nube blanca y Nube negra– aluden a los fenómenos de la naturaleza, a la calma y la tormenta, traducen con fuerza la gravitación de las sensaciones y los sentimientos. En ellas, la oposición y complementariedad entre el hombre y la mujer, entre la noche y el día, entre el ordenamiento libre y la composición ortogonal, expresan “los estados cambiantes del alma”; cuestiones de la subjetividad que, como dice Ghilioni, “se proyectan con seguridad sobre una tenebrosa nube negra o una luminosa y candorosa nube blanca.”
Seguramente, pensando en lo medular de su propio recorrido como artista –alguien que a la par de producir era un activo frecuentador de la historia del arte–, Ghilioni había pergeñado un nombre para esta muestra: Entre el pasado y el presente. Por lo tanto, es el título que tiene para celebrar obras que hasta hoy permanecían inéditas; también como sincero y justo homenaje al pensamiento que las animó, porque para Ghilioni “lo que sorprende no es lo nuevo”, sino que este, cuando aparece, “siempre es un recuerdo del pasado” y, del mismo modo, “el recuerdo del pasado, es la puesta en escena, la vigencia del hoy, del presente.”
Guillermo Fantoni
Noviembre de 2022