TEXTO DE SALA
Con esta serie de pinturas, que configuran una suerte de bestiario cargado de añoranzas, Andre Yarí nos acerca al litoral y a sus habitantes. Bajo su guía, la exuberancia de la fauna y la flora del nordeste argentino se esparce como destellos cromáticos en medio de grandes superficies agrisadas.
Anclado en las tradiciones orales guaraníes, ciertos relatos transmitidos por generaciones van dando espesor a las imágenes. Sus obras son postales silentes en las que se dan cita el Jasy Yateré, los cuentos fantásticos de Horacio Quiroga y las estampas de una infancia transcurrida en las provincias de Corrientes y Entre Ríos. Sus cuadros van desarrollando, entonces, un rico universo mitológico plagado de duendes y seres transfigurados en animales, con momentos que no excluye la memoria personal y afectiva.
Entre el monte y la rivera del río se entreveran plantas, animales y entes sobrenaturales. El surubí, el yaguareté, la Boa Curiyú y las múltiples aves y flores que pueblan los humedales despliegan una complejo entramado de sentidos.
Yarí se mueve en un mundo de colores apagados y referencias cruzadas en un vaivén que va de la descriptiva iconografía de los murales de Raul Dominguez a la frontalidad y el estatismo propios de pintores como Augusto Schiavoni. Sus telas, sumidas en la quietud, van creando escenas que parecen correr el riesgo de desvanecerse en medio de atardeceres y penumbras.
Gabriel Fernández