TEXTO DE SALA
Hay un momento denso donde todo se detiene. Un instante en el que una obra nos sumerge de lleno en la contemplación. Nos atrapa y parece que no fuera a dejarnos ir. No sucede con todas las obras, ni siempre con la misma intensidad, pero es un breve tiempo donde el espectador y la pieza parecen formar parte de una misma corriente. Un instante de extrema atención donde somos absorbidos por entero.
Los detalles parecen marear, las situaciones se suceden una tras otras y los estímulos se multiplican. Estrella le brinda un trabajo minucioso a cada objeto, persona, animal o planta. Observa meticulosamente y describe cada fragmento, cada textura, cada paleta de un universo animado. Como espectadores vamos de un lado a otro, de escena en escena. Nos encontramos atrapados en una serie de relatos entrelazados que no nos dejan salir. El goce estético, entonces, se vuelve uno más de los tantos placeres que convocan sus piezas.
Tenemos delante un espacio inmenso lleno de multitudes anónimas que se entregan a los azares del placer. Un micromundo en forma de edén que promete expandir los límites físicos de la pintura. Allí, el universo de la cultura popular se cruza con la historia de la pintura y los imaginarios se amalgaman. Vemos las muchedumbres de los campos de batalla de Cándido López cruzarse con las situaciones disparatadas del Jardín de las Delicias del Bosco. Vemos un río lleno de bañistas, lenguas gigantes, cómodos almohadones circulares, superficies espejadas o aterciopeladas, manos en forma de ramos, extrañas plantas de colores llamativos, animales fantásticos, totems, pantallas y muchas cosas más.
Hay cientos de personajes dejándose llevar por un mundo que se ofrece en toda su sensualidad. Son seres curiosos que bailan, se acarician, se abrazan y se estimulan sin detenerse ni un segundo. Deleitan los sentidos de innumerables maneras: miran, comen, se bañan, duermen, bailan y juegan. Sin embargo, en su afán de satisfacer todos sus deseos físicos y espirituales, no hacen más que caminar sin rumbo. Obtienen todo lo que quisieran tener pero aun así se los ve deambular de una lado a otro. ¿Será acaso, como dijo Oscar Wilde, que en realidad la verdadera tragedia es conseguir todo lo que uno quiere?.
Gabriel Fernández