TEXTO DE SALA
El perro partido
Lucio V. López, Zavalla, Totoras, Arequito, son localidades cercanas al Gran Rosario donde algunas personas encontraron el lugar para empezar una historia distinta. Profesionales, estudiantes, gente con diversos oficios comparten intenciones: vivir sin apuro, en contacto con la naturaleza, en relación justa con el territorio y sus habitantes. Cada quien cuenta sus motivos particulares para emprender la mudanza, pero todos tienen algo en común. Sus abuelos o bisabuelos vivieron en zonas rurales antes de trasladarse a la ciudad. Llegar al campo es, entonces, regreso al origen.
Hace algunos años Matías Sarlo se instaló en Lucio V. López. Hasta ese momento había trabajado en un diario de Rosario. Un día decidió dejar atrás la urgencia de la noticia y la exigencia de imágenes dramáticas. Renunció a su empleo y a la ciudad. Armó su nuevo hogar a orillas del Carcarañá y desde allí empezó a ensayar un modo de registro que incluye visitas casuales, diálogos silvestres, unos mates compartidos, vida en común. La fotografía como hecho afectivo.
Matías trabaja eludiendo los estereotipos de la tradición argentina, tan producidos para la ocasión y tan reproducidos en incontables publicaciones turísticas y coffee table books. Sin preconceptos documenta un ambiente donde confluyen el pueblo y el campo, donde se juntan los nacidos y criados, y los que fueron llegando. La fotografía como forma de ponerse en relación.
En su ensayo Utopía del retorno, Matías explora un territorio complejo atravesado por tensiones y desarreglos, también por posibilidades y esperanzas. No son imágenes del paraíso, ni el perdido ni el recuperado. Son fotos que dan cuenta de una jugada esperanzada pero sin garantías. A veces resulta según el plan, y a veces fracasa.
Retratos, paisajes, acercamientos a las cosas. En cada caso Matías propone lo contrario de la instantánea. Fotografía lenta, lejos de la premura del reportaje gráfico y del registro compulsivo con el celular. Documentación respetuosa del espacio, reflexión atenta sobre los objetos, puesta en acto del ritual del retrato clásico que resulta de la colaboración entre fotógrafo y modelos.
¿Cómo se actúa una pose? Quienes se prestan a la situación comparten una seriedad suave. Parecen responder a una indicación precisa: No hagas nada, quedate ahí. Ejercicio de presencia. Dejar constancia de un aquí y ahora, abrazándolo con convicción.
¿Qué mira quien es mirado? Hay uno que cierra los ojos. Algunos contemplan el horizonte; en la llanura hay infinito. Otros observan al fotógrafo y más tarde, mucho más tarde, nos mirarán a nosotros.
Los cuerpos ensayan posturas. Descansan en un asiento gastado, permanecen de pie con gesto firme, se sientan sobre yuyos secos, se acuestan sobre un colchón de trigo verde y vicia en flor.
Suben a la caja de una camioneta, al tocón de un árbol talado, y allí se quedan, inmóviles, como si fueran esculturas sobre un pedestal.
Un camino sin asfalto, bien ancho, arbustos en la banquina. Postes de luz. Neblina y un paisaje gris, húmedo, fantasmagórico. Probablemente, unos metros más allá, campos sembrados.
Dos tercios de cielo azul, un tercio de campo cultivado. Una mujer y sus dos hijas posan unidas en un abrazo. ¿Qué hacen las tres en ese campo transgénico? De vez en cuando, la madre sale a recolectar flores y plantas medicinales para fabricar jabones. ¿Cuántos alambrados tendrá que traspasar para llegar a la zona de pastos libres?
Un muchacho de unos treinta, sentado con la mochila puesta, ¿llega o se va? ¿Habrá mal tiempo? Lleva botas de lluvia y una gorrita con visera. Tal vez llovió ayer y ahora salió el sol. En su mano, un pájaro. El animal aletea con desesperación. ¡Ay! ¿Por qué no lo suelta?
Una estudiante de agronomía, al volante de un rastrojero. Lleva una bikini y un short. Riñonera en la cintura. Un aro en el labio inferior. ¡La ruralidad aggiornada! Durante años vivió en una comunidad de permacultura llamada Activando Zavalla. Después tuvo un hijo y se instaló en Oliveros. Sigue apostando a la vida rural.
Una cabaña alpina en la llanura, las chapas del techo a punto de desprenderse. Una casa precaria cubierta con silobolsa, en medio de un bosquecito de moras y fresnos. Una habitación en penumbras, con una escopeta apoyada en la pared.
Matías propone imágenes sin edulcorar, da espacio a lo inestable, se detiene en lo frágil y desafía lo obvio. Evita declaraciones definitivas. ¿Sus fotos preferidas? La cocina de Activando Zavalla porque, según sus palabras, en las estanterías se puede ver todo el trabajo encapsulado en frascos de conserva. También elige la imagen del perro de madera partido en dos: la cabeza mira hacia atrás y el resto del cuerpo va hacia adelante. En ese animal dislocado, que parece dirigirse en direcciones opuestas, Matías encuentra una señal. Pensar el futuro a partir del lugar que el pasado señala.
Andrea Ostera.