Mi práctica artística surge del cruce entre el arte, la economía y la circulación cultural. Trabajo con objetos y signos que ya están cargados de sentido —como billetes, tarjetas de crédito, botellas de Coca-Cola o imágenes icónicas— para intervenirlos, transformarlos y redirigir su función simbólica. Me interesa pensar el arte como un espacio donde los sistemas de valor pueden ser reconfigurados, cuestionados o desplazados.

Desde mis primeras experiencias con los colectivos La vaca y Rozarte en los años de la recuperación democrática en Argentina, el arte fue para mí una forma de acción política y poética a la vez. Hoy, radicado en Londres, esa tensión entre lo local y lo global, entre pertenencia y desplazamiento, sigue siendo central en mi trabajo.

En series como Bills o Mosaic, reutilizo materiales que circulan en nuestras vidas cotidianas: dinero, plástico, marcas globales. Los corto, los desfiguro, los embellezco, y a través de ese gesto artesanal, intento devolverles una dimensión crítica o afectiva. Trabajo con técnicas repetitivas que remiten al oficio y a la tradición, pero aplicadas a materiales descartables o banalizados. En OPUS COCA-COLA o Priorities, por ejemplo, juego con la idea de ornamento, consumo y deseo, cruzando lo efímero con lo sagrado.

Mi serie Queen Elizabeth marca un giro introspectivo: es un modo de explorar mi identidad como artista latinoamericano viviendo en Inglaterra. Intervenir la imagen de la Reina con brillo o monedas es también hablar de historia, poder, y del legado colonial que todavía persiste en símbolos que parecen intocables.

En todas estas exploraciones hay una búsqueda de conexión: entre continentes, entre temporalidades, entre lenguajes visuales. Me interesa que el arte no solo represente, sino que haga circular, incomode, pregunte.